Amortentia
Sin ojos atentos, miré.
Sin emitir voz, llamé.
Un mar en mis dedos entrelazados,
el Sahara entero en mi garganta,
y mis labios que, locos, creían mezclar vino tinto y
bugambilia.
Un tsunami hirviente y un alud peleando.
Millones de voltios emergiendo de no sé dónde,
danzando descaradamente en sus pestañas,
y tirando de las mías con insistencia.
Un magneto que me ataba,
un perfume que me abrazaba,
y la incertidumbre que me azotaba.
Había miles de años de historia en dos centímetros;
y sin
embargo, yo fingía seguir viva.
Comentarios
Publicar un comentario